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La colposcopia y el tratamiento de la neoplasia intraepitelial cervical: Manual para principiantes, J.W. Sellors & R. Sankaranarayanan
Capítulo 8: Diagnóstico colposcópico del carcinoma invasor preclínico del cuello uterino y de la neoplasia glandular
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- Las lesiones acetoblancas con vasos atípicos; las lesiones acetoblancas amplias, complejas que
obliteran el orificio cervical externo; las lesiones con contorno irregular y exofítico; las lesiones
notoriamente espesas, de color blanco yeso con bordes sobreelevados, dehiscentes y enrollados; y las
lesiones sangrantes al tacto deben investigarse exhaustivamente para descartar la posibilidad del
cáncer invasor preclínico en estadios iniciales.
- El aspecto de los vasos sanguíneos atípicos puede constituir el primer signo de la invasión; uno de los
signos colposcópicos más tempranos de la invasión son los vasos sanguíneos que escapan de las placas
de mosaico.
- Los patrones vasculares atípicos varían y pueden adoptar la forma de horquillas, tirabuzones, hilachas,
comas, renacuajos y otros patrones irregulares de ramificación extraña, con calibre irregular.
- La mayoría de las lesiones glandulares se originan en la zona de transformación y pueden asociarse
con lesiones de NIC concomitante.
- La acetoblancura definida de vellosidades individuales o fusionadas en parches discretos, en
contraposición al epitelio cilíndrico circundante, o los orificios glandulares blancos, múltiples,
estrechamente ubicados en una lesión acetoblanca densa, pueden indicar lesiones glandulares.
- El blanco grisáceo, las lesiones densas con excrecencias papilares y vasos atípicos con aspecto de
hilachas o de escritura manuscrita o las lesiones con estructuras vellosas notoriamente atípicas pueden
asociarse con lesiones glandulares.
- La mayoría de las lesiones glandulares se originan en la zona de transformación y pueden asociarse
con lesiones de NIC concomitante.
- La acetoblancura definida de vellosidades individuales o fusionadas en parches discretos, en
contraposición al epitelio cilíndrico circundante, o los orificios glandulares blancos, múltiples,
estrechamente ubicados en una lesión acetoblanca densa, pueden indicar lesiones glandulares.
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| | | | El carcinoma invasor es la etapa de las enfermedades que
sigue a la NIC 3 o a la neoplasia intraepitelial glandular
de alto grado. La invasión implica que las células
epiteliales neoplásicas han penetrado al estroma que
subyace al epitelio por rotura de la membrana basal. El
término "cáncer invasor preclínico" se aplica a las
neoplasias invasoras muy tempranas (por ejemplo, de
estadio 1) en mujeres sin síntomas ni hallazgos físicos
manifiestos o signos clínicos, que se diagnostican
incidentalmente durante una colposcopia o mediante
otros enfoques de detección temprana como el tamizaje.
La responsabilidad primaria de un colposcopista es
asegurar que cuando existe un carcinoma invasor
preclínico del cuello uterino, se lo diagnosticará. Los
signos colposcópicos de esta afección son generalmente
reconocibles desde el principio, a menos que la lesión
esté escondida en el fondo de una cripta. Este capítulo
describe la detección colposcópica de los carcinomas
cervicales invasores seguida de una consideración
específica de la neoplasia glandular cervical.
Es crucial para el colposcopista familiarizarse con los
signos del cáncer cervicouterino preclínico y
comprender la necesidad de observar estrictamente los
protocolos de diagnóstico para garantizar la seguridad
de las mujeres referidas para su atención. El empleo
para el diagnóstico de la colposcopia y la biopsia
dirigida reemplaza el uso de la conización cervical con
bisturí frío como principal recurso diagnóstico de las
anomalías cervicales. Esto significa que la
responsabilidad de la exactitud del diagnóstico ya no
descansa exclusivamente en el patólogo que evalúa la
muestra del cono, sino también en el colposcopista que
le proporciona el material histológico para el examen.
El uso del tratamiento ablativo, como la crioterapia, en
el que no se dispone de muestra histológica alguna del
área tratada, subraya aún más la necesidad de observar
estrictamente el protocolo de colposcopia y de estar
familiarizado con los signos del carcinoma invasor.
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Enfoque colposcópico
| | | El colposcopista debe estar muy consciente de que los
cánceres invasores son más comunes en las mujeres
mayores y en aquellas que presentan anomalías
citológicas de alto grado. Las lesiones amplias de alto
grado, que afectan más de tres cuadrantes del cuello
uterino, deben investigarse exhaustivamente por la
posibilidad de cáncer invasor en estadios iniciales, en
especial, si se asocia con vasos atípicos. Otros signos de
advertencia son: presencia de una amplia zona de
transformación anormal (mayor de 40 mm2), lesiones
acetoblancas complejas en ambos labios del cuello
uterino, lesiones que obliteran el orificio cervical
externo, lesiones con contorno superficial irregular y
exofíticas, lesiones blanco yeso notoriamente espesas
de bordes sobreelevados dehiscentes, vasos atípicos
notablemente sobreabundantes, sangrado al tacto y
síntomas como hemorragia vaginal.
Una ventaja de realizar un examen digital de la
vagina y el cuello uterino antes de colocar el espéculo
vaginal es la posibilidad de detectar cualquier indicio
de nodularidad o dureza del tejido. Después de insertar
el espéculo se aplica solución fisiológica normal al
cuello uterino y se inspecciona su superficie en
búsqueda de cualquier lesión sospechosa. Luego debe
identificarse la zona de transformación, según se
describe en los capítulos 6 y 7. El examen colposcópico
se realiza de la manera normal (capítulos 6 y 7) con
aplicaciones sucesivas de solución fisiológica, ácido
acético y solución yodoyodurada de Lugol, con
observación cuidadosa después de cada una.
Los hallazgos colposcópicos del cáncer invasor del
cuello uterino preclínico varían según las
características específicas de crecimiento de las
lesiones individuales, particularmente las de las
lesiones invasoras tempranas. Después de la aplicación
del ácido acético, las lesiones invasoras preclínicas
tempranas viran rápidamente a una coloración blancogrisácea
o blanco-amarillenta (figura 8.1). La
acetoblancura persiste durante varios minutos.
Uno de los signos colposcópicos más tempranos de la
posible invasión son los vasos sanguíneos que brotan de
las placas de mosaico con producción de vasos
longitudinales irregulares (figura 8.2). A medida que el
proceso neoplásico se acerca estrechamente a la etapa
de cáncer invasor, los vasos sanguíneos pueden adoptar
patrones cada vez más irregulares y extraños. El
aspecto de los vasos atípicos indica generalmente los
primeros signos de la invasión (figuras 8.1-8.5). Las
características claves de estos vasos superficiales
atípicos son que no existe disminución gradual alguna
del calibre (estrechamiento gradual) en las ramas
terminales y que la ramificación regular, propia de los
vasos superficiales normales, está ausente. Los vasos
sanguíneos atípicos, que resultan según se cree de la
presión horizontal del epitelio neoplásico en expansión
sobre los espacios vasculares, presentan una
distribución completamente irregular y fortuita, y gran
variación en el calibre con cambios de dirección
abruptos, angulosos, con ramificaciones y patrones
extraños. Estas formas vasculares han sido descritas
mediante rótulos como: en horquilla ancha, en
hilachas, en hilachas extrañas, tirabuzones, en
zarcillos, vasos arborescentes y en forma de raíz (figura
8.5). Son irregulares en tamaño, forma, curso y
disposición, y la distancia intercapilar es
sustancialmente mayor y más variable que la del
epitelio normal.
Si el cáncer es predominantemente exofítico, la
lesión puede aparecer como un crecimiento vegetante
con hemorragia al tacto o exudación capilar. Los
carcinomas invasores tempranos, principalmente
exofíticos, tienden a ser blandos y de color densamente
blanco grisáceo, de bordes sobreelevados y dehiscentes
(figuras 8.4 y 8.6). El sangrado o la exudación
superficiales no son infrecuentes, especialmente si
existe proliferación marcada de vasos superficiales
atípicos (figuras 8.1-8.4 y 8.7). La hemorragia puede
enmascarar la acetoblancura del epitelio (figuras 8.2,
8.4 y 8.7). Los tipos vasculares atípicos superficiales
varían y, en forma distintiva, presentan distancias
intercapilares ampliadas. Estos pueden adoptar la
forma de horquillas, tirabuzones, hilachas, comas,
renacuajos y otros patrones de ramificación
irregulares, extraños, y calibre irregular (figuras 8.1-
8.5 y 8.7). Los vasos anormales que se ramifican
muestran un patrón de vasos grandes que
repentinamente se tornan más pequeños y que luego se
reabren bruscamente en un vaso más grande. Todas
estas anomalías pueden detectarse mejor con el filtro
verde (o azul) y el empleo de gran aumento. La
evaluación adecuada de estos patrones vasculares
anormales, en particular con el filtro verde, constituye
un paso muy importante en el diagnóstico colposcópico
de los cánceres cervicales invasores tempranos.
El cáncer invasor preclínico en estadios iniciales
también puede aparecer como zonas densas, espesas,
de color blanco yeso, con irregularidad y nodularidad
superficial y con bordes sobreelevados y dehiscentes
(figura 8.6). Tales lesiones pueden no presentar
patrones vasculares atípicos ni sangrar al tacto. El
perfil superficial irregular con aspecto de picos y
depresiones es también característico de los cánceres
invasores en estadios iniciales (figuras 8.2-8.4, 8.6 y
8.7). Los cánceres invasores en estadios iniciales,
preclínicos, sospechados colposcópicamente, son a
menudo lesiones muy extensas, complejas que afectan
todos los cuadrantes del cuello uterino. Tales lesiones
incluyen con frecuencia el conducto cervical y pueden
obliterar el orificio externo. Las lesiones infiltrantes
aparecen como zonas blancas, nodulares, duras, y
pueden presentar zonas necróticas en el centro. Los
cánceres invasores del cuello uterino rara vez producen
glucógeno y, por consiguiente, las lesiones viran al
amarillo mostaza o azafranado después de la
lugolización (figuras 8.1, 8.3, 8.4 y 8.7).
Si se biopsia una lesión sospechosa de carcinoma
invasor y el informe histológico es negativo para
invasión, es responsabilidad del colposcopista asegurar,
en un examen posterior, la obtención de una biopsia
posiblemente más amplia y un legrado endocervical
(LEC). Si el patólogo informa que el estroma presente
es inadecuado para decidir si existe invasión
histológica, corresponde efectuar otra biopsia.
Los cánceres avanzados, francamente invasores, no
necesariamente requieren colposcopia para el
diagnóstico (figuras 3.4-3.6 y 8.8). Un examen
mediante espéculo vaginal con palpación digital
adecuadamente conducido debe establecer el
diagnóstico, de modo que luego puedan realizarse
exámenes de confirmación y determinación del
estadio. La biopsia debe tomarse de la periferia del
crecimiento, evitando las zonas necróticas, para
asegurar el diagnóstico histopatológico preciso.
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Lesiones glandulares
| | | No existen características colposcópicas obvias que
permitan un diagnóstico definitivo del adenocarcinoma
in situ (AIS) y del adenocarcinoma, como tampoco se ha
establecido, y aceptado ampliamente, criterio firme
alguno para reconocer las lesiones glandulares. La
mayoría de los AIS cervicales o el adenocarcinoma
temprano se descubren incidentalmente después de la
biopsia para la neoplasia intraepitelial escamosa. Vale
la pena señalar que a menudo el AIS coexiste con la NIC.
El diagnóstico colposcópico del AIS y el adenocarcinoma
requieren un alto grado de capacitación y pericia.
Se ha sugerido que la mayoría de las lesiones
glandulares se originan dentro de la zona de
transformación y el reconocimiento colposcópico de la
acetoblancura definida de las vellosidades individuales
o fusionadas en parches discretos (en contraposición a
las vellosidades cilíndricas blanco-rosadas circundantes)
puede conducir a la sospecha de lesiones glandulares.
Las lesiones de la NIC están casi siempre conectadas con
la unión escamoso-cilíndrica, pero las lesiones
glandulares pueden ocurrir como islotes densamente
blancos en el epitelio cilíndrico (figura 8.9). En
aproximadamente la mitad de las mujeres con AIS, la
lesión está totalmente dentro del conducto (figura 8.9)
y puede ser fácilmente pasada por alto si no se visualiza
e investiga adecuadamente el conducto cervical.
Una lesión en el epitelio cilíndrico que contiene
vasos en forma de ramificaciones o de raíces (figura
8.5) también puede indicar anomalías glandulares. Las
vellosidades cilíndricas notoriamente acetoblancas en
marcado contraste con las vellosidades circundantes
pueden sugerir lesiones glandulares (figura 8.10). Las
lesiones sobreelevadas con superficie acetoblanca
irregular, patrones papilares y vasos sanguíneos atípicos
suprayacentes al epitelio cilíndrico pueden asociarse
con lesiones glandulares (figura 8.11). Una lesión
jaspeada irregular roja y blanca con excrecencias
papilares pequeñas y brotes epiteliales y orificios de
criptas grandes en el epitelio cilíndrico, también puede
estar asociada con lesiones glandulares.
El adenocarcinoma invasor puede presentarse como
lesiones acetoblancas densas, blanco-grisáceas, con
excrecencias papilares y vasos sanguíneos atípicos
similares a hilachas o a escritura manuscrita (figura
8.12). La superficie blanda puede desprenderse
fácilmente cuando se la toca con una torunda de
algodón. El adenocarcinoma también puede
presentarse como estructuras vellosas marcadamente
atípicas con vasos atípicos que reemplazan al epitelio
cilíndrico exocervical normal (figura 8.13). Los orificios
glandulares blancos, múltiples, estrechamente
ubicados en una lesión acetoblanca densa con
superficie irregular, también pueden indicar una lesión
glandular (figura 8.14).
En resumen, el diagnóstico colposcópico preciso del
carcinoma invasor preclínico y de las lesiones
glandulares depende de varios factores: el permanente
ojo avizor del colposcopista, la observancia estricta del
enfoque gradual del examen, el empleo de un índice de
clasificación, mucha atención a los vasos sanguíneos
superficiales, la evaluación honrada para determinar
un examen inadecuado, el uso apropiado del LEC para
descartar las lesiones en el conducto y la toma de una
biopsia bien dirigida de tejido suficiente que permita
efectuar un diagnóstico histopatológico fiable.