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La colposcopia y el tratamiento de la neoplasia intraepitelial cervical: Manual para principiantes, J.W. Sellors & R. Sankaranarayanan
Capítulo 3: Introducción al cáncer invasor del cuello uterino
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- Se denomina cáncer invasor preclínico al cáncer del cuello uterino en fase temprana, con mínima
invasión del estroma, a menudo sin ningún síntoma ni manifestación clínica.
- Conforme avanza la invasión del estroma, la enfermedad se vuelve clínicamente evidente y revela
varios patrones de crecimiento visibles en el examen con el espéculo.
- Histológicamente, entre 90 y 95% de los cánceres invasores del cuello uterino son tumores de células
escamosas; en la mayor parte de los países en desarrollo, el adenocarcinoma constituye menos del 5%
de los cánceres del cuello uterino.
- El sistema de clasificación más usado para el cáncer invasor del cuello uterino se basa en el tamaño
del tumor y la diseminación de la enfermedad a la vagina, el parametrio, la vejiga urinaria, el recto y
los órganos distantes.
- El estadio clínico de la enfermedad en el momento del diagnóstico es el factor aislado más importante
de predicción de la supervivencia en el cáncer invasor del cuello uterino.
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| | | | El presente capítulo trata sobre las características
clínicas y el diagnóstico del carcinoma cervicouterino
invasor. Los resultados físicos anormales en el tacto
vaginal y el examen con espéculo pueden sugerir el
diagnóstico de carcinoma cervicouterino invasor, el cual
debe confirmarse mediante el examen histológico de
muestras de tejido. En algunos de estos cánceres no se
presentan síntomas ni se observan manifestaciones
anormales evidentes en la exploración física; es el
llamado carcinoma cervicouterino invasor preclínico. La
colposcopia desempeña un papel importante en el
diagnóstico del carcinoma invasor preclínico en sus
etapas iniciales.
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Características clínicas
| | | Las mujeres con cáncer invasor del cuello uterino
a menudo tienen como manifestación inicial alguno
o varios de los siguientes síntomas: hemorragias
intermenstruales, hemorragias poscoitales, menstruaciones
más abundantes, flujo seropurulento
abundante, flujo fétido, cistitis recurrente, frecuencia
y urgencia miccional, dolor de espalda y en la parte
inferior del abdomen. En los estadios avanzados, las
pacientes pueden presentar cansancio por anemia
intensa, uropatía obstructiva, edema de las
extremidades inferiores, hematuria, obstrucción
intestinal y caquexia. En la mayoría de las mujeres, la
exploración vaginal con espéculo revela una masa
proliferativa ulcerada.
En las fases más tempranas de la invasión estrómica,
el carcinoma cervicouterino puede no causar síntomas
ni manifestaciones clínicas y, por consiguiente, se le
conoce como carcinoma invasor preclínico. La forma
más temprana del carcinoma invasor se reconoce
histológicamente como carcinoma microinvasor. Son
cánceres que no han invadido más allá de 5 mm de
profundidad y 7 mm de ancho hacia el estroma cervical
subyacente. Los carcinomas invasores en estadios
tempranos aparecen como un diminuto botón de
células invasoras que han penetrado a través de la
membrana basal hasta llegar al estroma subyacente
(figuras 3.1 y 3.2). También pueden observarse indicios
de reacción estrómica a la invasión, en forma de una
colección linfocítica o aflojamiento localizado del
estroma alrededor de la invasión.
Conforme avanza la invasión del estroma, la
enfermedad se vuelve clínicamente evidente y revela
varios patrones de proliferación, que a menudo son
visibles en el examen con el espéculo. Las lesiones muy
tempranas pueden presentarse como una zona de
superficie rugosa, rojiza y granulosa que sangra al tacto
(figura 3.3). Los cánceres más avanzados pueden ser
exofíticos, endofíticos o una combinación de ambos
(figuras 3.4 a 3.6). Los carcinomas exofíticos por lo
general invaden superficialmente, y la mayor parte de su
masa se proyecta hacia la luz vaginal como un hongo o
una protuberancia proliferativa similar a una coliflor, con
excrecencias polipoideas o papilares. Los cánceres
endofíticos pueden infiltrar ampliamente el estroma,
distorsionando el cuello uterino, con poco crecimiento
visible en la superficie. Estas lesiones pueden extenderse
hacia el endocérvix al tiempo que dejan intacto el
epitelio escamoso del cuello uterino hasta que la lesión
rebasa los 5 ó 6 cm de diámetro. Dan lugar a un cuello
sumamente aumentado de tamaño, irregular y en forma
de barril, con una superficie rugosa, papilar o granulosa.
Tales cánceres pueden mantenerse asintomáticos
durante mucho tiempo. Los tumores que son a la vez
exofíticos y endofíticos generalmente están ulcerados,
con infiltración profunda del estroma subyacente. En
todos los tipos, la hemorragia al tacto y la necrosis son las
características clínicas predominantes. También es
común el flujo maloliente, debido a la infección agregada
del tejido necrótico por anaerobios.
Al proseguir la invasión, puede afectar directamente a
la vagina, el parametrio, la pared lateral de la pelvis, la
vejiga urinaria y el recto. La compresión de los uréteres
por afección local avanzada provoca obstrucción ureteral,
hidronefrosis (aumento del volumen de los riñones) y, a la
larga, insuficiencia renal. Además de la invasión local se
produce metástasis de los ganglios linfáticos regionales. El
cáncer metastásico de los ganglios paraaórticos puede
atravesar la cápsula de los ganglios e invadir directamente
las vértebras y las raíces nerviosas. La invasión directa de
ramas de la raíz del nervio ciático provoca dolor de
espalda; la compresión sobre las venas de la pared pélvica
y los vasos linfáticos causa edema de los miembros
inferiores. Puede ocurrir diseminación hematógena en las
vértebras lumbares y en el músculo psoas sin invasión
ganglionar. En las etapas avanzadas de la enfermedad se
presentan metástasis a distancia, que suelen afectar a los
nódulos paraaórticos, los pulmones, el hígado, los huesos
y otro tipo de estructuras.
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Citopatología
| | | En los países en desarrollo, entre el 90 y 95% de los
cánceres invasores que se originan en el cuello uterino
corresponden histológicamente a carcinomas de células
escamosas (figuras 3.7 y 3.8) y entre el 2 y 8% son
adenocarcinomas (figura 3.9).
Microscópicamente, la mayoría de los carcinomas
escamocelulares aparecen como redes infiltrantes de
bandas de células neoplásicas separadas por estroma,
con una gran variación en los patrones de crecimiento,
tipos de células y grado de diferenciación. El estroma
cervical que separa las bandas de células malignas
muestra infiltración por linfocitos y células
plasmáticas. Las células malignas pueden subdividirse
en dos tipos, queratinizantes y no queratinizantes. Los
tumores pueden ser carcinomas bien diferenciados,
moderadamente diferenciados o mal diferenciados.
Entre el 50 y 60% son carcinomas moderadamente
diferenciados y los restantes se distribuyen por igual
entre las categorías bien y mal diferenciadas.
El carcinoma escamocelular queratinizante está
compuesto por unas espirales características de células
epidermoides que contienen nidos centrales de
queratina (perlas de queratina) (figura 3.7). Los núcleos
son grandes e hipercrómicos, con cromatina gruesa. Hay
puentes intercelulares visibles, junto con gránulos
queratohialinos y queratinización citoplasmática. Las
figuras mitóticas visibles son escasas.
El carcinoma escamocelular no queratinizante
(figura 3.8) aparece como nidos irregulares y dentados
de células poligonales hinchadas que invaden el
estroma cervical. Puede haber disqueratosis y puentes
intercelulares. El polimorfismo celular y nuclear es más
obvio y las figuras mitóticas son muy numerosas. No
suele haber perlas de queratina.
Otros tipos poco comunes de carcinoma escamocelular
son el carcinoma escamocelular condilomatoso (también
llamado carcinoma verrucoso), el carcinoma
escamocelular papilar, el carcinoma linfoepitelioide y el
carcinoma de células escamotransicionales.
En muchos países en desarrollo, el adenocarcinoma
constituye menos del 5% de todos los carcinomas
cervicouterinos. En general, se origina en el conducto
cervical a partir del epitelio glandular. La forma más
común de adenocarcinoma es el tipo de células
endocervicales, en el cual las glándulas anormales
presentan diversas formas y tamaños, con yemas y
ramificaciones (figura 3.9). La mayoría de estos tumores
son moderados o bien diferenciados. Los elementos
glandulares se organizan en un patrón complejo. Pueden
asomar papilas de la superficie, hacia la luz de la
glándula. Algunas de las células pueden contener mucina
en cantidad moderada o abundante.
Otros tipos de adenocarcinoma son el de tipo
intestinal, el adenocarcinoma de células en anillo de
sello, el adenoma maligno, el adenocarcinoma papilar
velloglandular, el adenocarcinoma endometrioide y el
adenocarcinoma seroso papilar. El carcinoma
adenoescamoso incluye a los tumores con patrones de
crecimiento glandulares y escamosos.
La presencia de células tumorales dentro de la luz de
un capilar demuestra una capacidad de proliferación
agresiva, tanto en el adenocarcinoma cervicouterino
como en el carcinoma de células escamosas, y se le ha
correlacionado con un mayor riesgo de metástasis en los
ganglios linfáticos regionales. Ocasionalmente se produce
invasión de los vasos sanguíneos, signo de pronóstico
particularmente desfavorable, que se relaciona con
metástasis hematógenas a distancia. Aunque están bien
descritas las características citológicas del carcinoma
escamocelular invasor del cuello uterino, la citología no
es un método confiable para diagnosticar las lesiones
invasoras. Identificar estas lesiones en los frotis de
citología requiere de una vasta experiencia, ya que el
frotis cervical a menudo contiene apenas unas cuantas
células malignas entre gran cantidad de restos celulares
diversos y glóbulos rojos. Los citólogos a menudo
tampoco reconocen el adenocarcinoma del cuello
uterino; un citólogo experimentado puede reconocerlo
cuando las características celulares muestran una
variación extrema respecto de lo normal. El
reconocimiento individual de los tipos de células es
todavía más complejo. En consecuencia, el diagnóstico
definitivo de confirmación de un cáncer invasor siempre
se basa en el estudio histopatológico. Para el diagnóstico
se prefiere una muestra de tejido tomada de la periferia
de la lesión, ya que es más probable que contenga tejido
tumoral morfológicamente intacto, mientras que una
biopsia tomada del centro de una lesión puede contener
material necrótico que puede afectar la precisión del
diagnóstico histológico.
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Clasificación
| | | La planificación terapéutica y la evaluación del
pronóstico requieren de una evaluación detallada del
estado general de salud de la paciente y de la
determinación del estadio clínico del cáncer invasor. En
el cuadro 3.1 se presenta el sistema de clasificación más
difundido para el carcinoma cervicouterino, elaborado
por la Federación Internacional de Ginecología y
Obstetricia (FIGO). Se trata básicamente de un sistema
de clasificación clínica basado en el tamaño del tumor y
la extensión del cáncer en la pelvis. El grado de
crecimiento del cáncer se evalúa tanto clínicamente
como mediante diversos estudios para determinar el
estadio de la enfermedad, del I al IV (cuadro 3.1 y figura
3.10). El estadio I representa un tumor limitado al
cuello uterino, en tanto que el estadio IV corresponde a
la fase de crecimiento en la cual el cáncer se ha
diseminado por metástasis en los órganos distantes.
El estadio según la clasificación de la FIGO se evalúa
por métodos como inspección y palpación mediante
tactos vaginal y rectal, colposcopia, cistoscopia,
legrado endocervical, histeroscopia, urografía
intravenosa y radiografías torácica y ósea. La
linfangiografía, la ultrasonografía, la tomografía
computada (TC), las imágenes obtenidas por resonancia
magnética (RM) y la laparoscopia pueden proporcionar
información adicional, pero dicha información no debe
usarse para evaluar el estadio clínico según la FIGO,
pese a que tales investigaciones pueden ofrecer
información útil para planificar el tratamiento. Sin
embargo, en muchos medios de escasos recursos, el
examen con espéculo y los tactos vaginal y rectal son
los métodos disponibles para la clasificación. Si es
posible, pueden efectuarse además cistoscopia,
evaluación radiográfica torácica y ósea y urografía
intravenosa. Siempre que se descubra un cáncer
invasor del cuello uterino debe llevarse a cabo una
clasificación sistemática, que se asentará en el
expediente médico con un diagrama descriptivo.
También deben describirse los estudios y
procedimientos en los cuales se basó la clasificación.
embargo, en muchos medios de escasos recursos, el
examen con espéculo y los tactos vaginal y rectal son
los métodos disponibles para la clasificación. Si es
posible, pueden efectuarse además cistoscopia,
evaluación radiográfica torácica y ósea y urografía
intravenosa. Siempre que se descubra un cáncer
invasor del cuello uterino debe llevarse a cabo una
clasificación sistemática, que se asentará en el
expediente médico con un diagrama descriptivo.
También deben describirse los estudios y
procedimientos en los cuales se basó la clasificación.
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Tratamiento y pronóstico
| | | El tratamiento convencional del carcinoma
cervicouterino puede incluir cirugía, radioterapia o una
combinación de ambas. Los carcinomas cervicouterinos
tempranos (estadios I y IIA) pueden tratarse con alguna
de las dos opciones. La radioterapia es el tratamiento
preferido una vez que la enfermedad se ha extendido
más allá de los límites del cuello uterino y los fondos de
sacos vaginales, cuando la cirugía no es eficaz. El
tratamiento del carcinoma cervicouterino con
radioterapia a menudo puede incluir una combinación
de radioterapia externa (para toda la pelvis) y radiación
intracavitaria (para la parte central de la enfermedad).
En caso de neoplasias localmente avanzadas, como los
estadios IIB y III, combinar la radiación intracavitaria y
la externa ofrece un mejor control de la enfermedad y
mejora la supervivencia, en comparación con la
radioterapia externa por sí sola.
Las mujeres con cáncer microinvasor (estadio IA)
pueden ser tratadas mediante conización,
histerectomía o histerectomía ampliada. Las pacientes
con cáncer en estadios IB y IIA puede ser tratadas
mediante histerectomía radical (de Wertheim) y
linfadenectomía pélvica o mediante radioterapia
intracavitaria, o bien con una combinación de
radioterapia externa y radioterapia intracavitaria. En
casos específicos de carcinoma pequeño (<2 cm) en
estadio IB, puede realizarse cervicectomía radical
combinada con linfadenectomía laparoscópica, para
conservar la función reproductora de la paciente. La
radioterapia y la cirugía ofrecen resultados similares en
el cáncer invasor en los estadios iniciales (estados IB y
IIA). Los cánceres en estadios IIB y III se tratan con una
combinación de radioterapia externa e intracavitaria.
En las mujeres con neoplasias en estadio IV se da
tratamiento paliativo con radioterapia externa,
quimioterapia o ambas.
La quimioterapia coadyuvante con cisplatino ha
mejorado los resultados de la radioterapia en el
carcinoma cervicouterino avanzado. Los ensayos clínicos
aleatorizados han demostrado una mejoría significativa
en la supervivencia global y en la supervivencia libre de
enfermedad con el tratamiento a base de cisplatino
administrado en forma concomitante con la radioterapia
(Thomas, 2000; Verde et al., 2001). Se ha observado un
beneficio significativo al combinar quimioterapia con
radiación para disminuir la recurrencia, tanto local como
distante. El beneficio absoluto del tratamiento
combinado sobre la supervivencia global fue de 16%. En
base a estas pruebas, la quimioterapia coadyuvante de
la radioterapia está surgiendo como la nueva norma
terapéutica para el carcinoma cervicouterino avanzado.
El estadio clínico de la enfermedad en el momento del
diagnóstico es el factor aislado más importante de
predicción de la supervivencia a largo plazo; las tasas de
supervivencia también disminuyen a mayor edad. Otros
factores que influyen en la supervivencia son las
condiciones generales de salud y el estado nutricional.
Las pacientes anémicas tienen una mala respuesta al
tratamiento, lo mismo que aquellas seropositivas al VIH.
Varios estudios clínicos y de poblaciones han demostrado
una supervivencia a 5 años uniformemente alta (>75%)
en relación con las neoplasias en estadio I; las tasas de
supervivencia declinan rápidamente conforme avanzan
los estadios de la enfermedad (<10% en el estadio IV)
(Delgado et al., 1990; Fagundes et al., 1992; Kosary et
al., 1994; Gatta et al., 1998; Sankaranarayanan et al.,
1998; Denton et al., 2000). En una serie extensa de
pacientes con carcinoma cervicouterino tratadas con
radioterapia, se demostró que la frecuencia de
metástasis a distancia (principalmente extendida a los
ganglios linfáticos paraaórticos, pulmones, cavidad
abdominal, hígado y aparato digestivo) aumentaba al
avanzar el estadio de la enfermedad, de 3% en el estadio
IA a 75% en el estadio IVA (Fagundes et al., 1992). En un
estudio de 1.028 pacientes tratadas con cirugía radical,
las tasas de supervivencia guardaron una relación
uniforme con el volumen tumoral (Burghardt et al.,
1992). Las tasas de supervivencia a 5 años variaron de
91% para las pacientes con tumores < 2,5 cm3 a 70% para
aquellas con tumores de entre 10 y 50 cm3. La
supervivencia libre de enfermedad a 3 años varió de
94,6% para los tumores en estadio I £5 mm a 59,5% para
los tumores en estadio I ≥21 mm (Delgado et al., 1990).
Los estadios clínicos avanzados se relacionan con una
frecuencia mayor de invasión vascular, con diseminación
a los ganglios linfáticos pélvicos y paraaórticos y
metástasis a distancia.